Deshacer la casa de tus padres es el siguiente escalón a enterrarlos, un duro trago que se hace con una mezcla de ternura, emoción y tristeza infinita.
Es rescatar recuerdos, encontrar pequeños tesoros que no recordabas o que ni siquiera sabías que existían.
Te sientes como un ladrón abriendo cajones cerrados con llave, como un intruso que husmea en intimidades ajenas.
Encuentras tu propio pasado, recuerdos de infancia, la tuya, la de tus padres, incluso la de tus abuelos, mezclados con trazas de tus propios hijos, fotos, dibujos “para la mejor abuela”, tarjetas…. Podrías pasar días, semanas, quieres terminar de organizarlos, pero también quieres que nunca acabe, que continúe como metáfora de aquel primer cordón umbilical, como esa última oportunidad de sentir su olor, todavía en los armarios llenos de sus ropas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario