Hice mil cosas bien,
con ganas, con alma, sin red.
Pero bastó una caída
para borrar todo lo que fue.
No miraron los días enteros,
ni el peso que supe cargar;
solo el tropiezo en silencio
se atrevieron a recordar.
Di más de lo que debía,
esperando quizás, valorar.
Pero en este juego de máscaras,
no siempre gana el que da.
Ya no me dejo el alma,
ya no me quemo por dar.
Aprendí que hasta el sol más brillante
puede dejar de alumbrar.
Hoy camino más ligero,
sin culpas, sin miedo a soltar.
Entendí que a veces perderse
es la forma de empezar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario