A mi hijo adolescente…
Quiero contarte que a veces no se nota... Detrás de esa mamá intensa.. hay mucho más de lo que te imaginas.
Hay una mujer que se preocupa, no es que quiera controlarte... es que estoy conociendo como ahora es cuidarte y en mi desespero aprieto cuando lo único que quiero es abrazar.
Sigo protegiendo, más que nunca, pero ahora cuido en silencio, y estoy ahí cuando me necesitas.
Me cuestiono para saber como llegar a tí, cuándo hay que soltar, cuándo hay que estar, y cuándo hay que dar espacio para que sigas siendo tú, para no invadir tu maravillosa esencia; sino guiarla con amor para que brille más.
Estoy aprendiendo a ser mamá de un adolescente, y como en todas mis etapas te prometo que daré lo mejor.
Tener una mamá enojona puede parecer
pesado cuando eres joven. pero con el
tiempo descubres que es lo mejor que te
pudo pasar. Esa mamá que te regañaba
porque no hiciste la tarea, que te
levantaba temprano aunque odiaras la
escuela, que te ponía límites cuando
todos los demás padres parecían
permisivos... en realidad estaba forjando
tu carácter.
La mamá enojona no es mala, es
protectora. Ella no se cansa de repetir lo
mismo porque quiere que aprendas, no
se rinde aunque tú hagas berrinches, no
baja la voz cuando sabe que lo que te
dice es lo correcto. Su enojo no es odio,
es amor disfrazado de dureza.
Con una mamá enojona aprendes
disciplina, responsabilidad y respeto.
Entiendes que la vida no siempre es
suave, que afuera hay reglas más duras
que las de casa y que solo quien se
prepara puede enfrentarlas. Esa mamá
que parecía exagerada, con los años se
convierte en la voz de tu conciencia, en la
fuerza que te sostiene y en el ejemplo
que te guia.
Porque detrás de cada regaño había una
razón, detrás de cada límite había un
cuidado, y detrás de cada enojo... había
un amor inmenso que solo una madre
puede dar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario